miércoles, 3 de octubre de 2007

Inauguracion del III Encuentro Comunitario de Escritores, Pocito, Argentina

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Luis Holgado dijo...

Ponencia: Cocina y literatura. Por Luis Holgado

Si nos dedicamos a indagar en la literatura nacional, encontraremos 2 géneros que se hicieron famosos, por doquier. La literatura de fútbol y la cocina.
Además de la cantidad incalculable de libros que versan sobre las distintas recetas, debemos sumar aquellas que encabezan, novelas, cuentos y poesías.
La escritora mexicana Laura Esquivel, empieza uno de sus libros más famosos con una receta de las que hacía su tía Tita, en Agua para chocolate.

Tortas de navidad:

Ingredientes:
1 lata de sardinas
½ chorizo
1 cebolla
orégano
1 lata de chiles serranos
10 teleras
Manera de hacerse:
La cebolla tiene que estar finamente picada. Les sugiero ponerse un pequeño trozo de cebolla en la mollera con el fin de evitar el molesto lagrimeo que se produce cuando uno la está cortando. Lo malo de llorar cuando uno pica cebolla no es el simple hecho de llorar, sino que a veces uno empieza, como quien dice, se pica, y ya no puede parar. No sé si a ustedes les ha pasado pero a mí la mera verdad sí. Infinidad de veces. Mamá decía que era porque yo soy igual de sensible a la cebolla que Tita, mi tía abuela.
(Así empieza Como agua para chocolate)
Si la cocina tradicional depende de los productos de la región, es de la creatividad de quien la prepara, de donde proviene su esencia, de esa natural percepción que permite, a partir de los elementos con que se cuenta, la combinación acertada de ingredientes para lograr un sabroso plato, o una variedad de ellos a partir de un mismo producto.
Las recetas ofrecidas surgen de diversas fuentes. De un itinerario de fogones, de cocinas de antiguas estancias de la zona, de habitantes del lugar, de amigos, de recuerdos de la infancia, de usados cuadernos de recetas familiares, de tratados de comida regional.
Han sido formuladas de manera sencilla y precisa, tratando que las explicaciones sean claras y faciliten su ejecución.
Aquellas recetas que no corresponden a platos tradicionales, están elaboradas utilizando productos comunes en la región, ampliando de esta manera su aprovechamiento.
Es lógico entonces que la comida sea, como el sexo, parte fundamental de cualquier relato literario.
El recetario de Tita era parte de una cocina que mezclaba el sabor con la pasión más desenfrenada. Una historia llena de amor, que consagró a su autora en el mundo entero. Tita y Pedro se aman. Pero ella está condenada a permanecer soltera, cuidando a su madre hasta que ésta muera. Y Pedro, para estar cerca de Tita, se casa con la hermana de ella, Rosaura. Las recetas de cocina que Tita elabora puntean el paso de las estaciones de su vida, siempre marcada por la presente ausencia de Pedro. Y la acompañan en su apoteosis y en su tránsito a una sabrosa, muy sabrosa eternidad.
En Laura Esquivel no representa el único caso, ya que la misma escritora se desató hace unos años con otro libro de varias recetas un tanto afrodisíacas: Intimas suculencias.
Asimismo el escritor Horacio Salas hace referencia en su libro: “Lecturas de la memoria” acerca de las vivencias, anécdotas y notas de lectura sobre escritores, atesoradas, durante su dilatada trayectoria. Algunos de estos autores como: Pablo Neruda en la cotidianidad compartida en Isla Negra; quién le expone acerca de sus impresiones sobre literatura y cocina.
La comida, para el escritor Manuel Vicent, es más que una obra de arte, resulta un placer sensual, un goce de la vida. En su nuevo libro, Comer y beber a mi manera, habla de manjares, pero también de amigos, viajes y recuerdos. Como todo recuento personal, se puede afirmar que se trata de un libro autobiográfico en el que los recuerdos de platos, gentes y lugares ofrecen al lector una semblanza de quien los escribe. No es tanto un libro de gastronomía, por más que se ofrecen diferentes recetas, ni, probablemente, las consideraciones de un experto en exquisiteces culinarias, sino de alguien que disfruta con la buena mesa. Un de sus recetas:
LA COCA DEL FARAON Una rebanada de pan con aceite es el alimento más primitivo y terrestre de nuestra cultura. Sus ingredientes son humildes y esenciales: harina de trigo amasada con aceite de oliva y sal, con una austerísima anchoa o sardina encima y puesta al horno de leña de monte, con espinos, zarzas y aliagas, que la dejan perfumada de fuego silvestre. Esta vianda tiene más de tres mil años de antigüedad. Está pintada en las paredes de las mastabas de Menfis y de otras tumbas en el Valle de los Reyes en tiempos de Ramsés II y también apareció petrificada dentro de una copa de oro del tesoro de Tutankamón.
Sin embargo, uno de los cuentos más singulares de éste autor es sin duda:
LOS PISTACHOS DE BAGDAD: En el cuenta que: Los pistachos eran morados con vetas verdes; las nueces tenían forma de cornezuelos y estaban adobadas con una clase de miel que había dejado en ellas unas motas rosadas; las almendras eran muy primitivas, de piel terrosa, con estrías apretadas, como serían las que metió Abraham en el zurrón antes de partir desde Ur hacia tierras de Canaán. Además de almendras, nueces y pistachos, en el frasco de cristal había un fruto seco que nunca había visto hasta entonces. Se trataba de una extraña semilla de color granate con la intensidad del rubí, e ignoro a qué sabía. Estos frutos secos habían resistido todos los bombardeos de Bagdad, todo el odio entre chiítas y sunítas, todos los coches bomba en la puerta de las mezquitas y mercados. Puede que un misil de racimo hubiera aventado el tenderete donde se exhibían al sol y después su dueño los hubiese rescatado del polvo mezclados con sangre humana y de perro para ofrecérselos de nuevo a los clientes. Por delante de ellos habían desfilado carros de combate, camiones con marines y otros, puerco espines de acero, pero estos frutos secos habían llegado hasta mí cargados de espiritualidad. Antes de consumir los frutos secos de Bagdad acompañando de un oporto me hice traducir por un árabe amigo la página de periódico en que venían envueltos. Contra lo que suponía, en ella no se aludía a ninguna crueldad de la guerra. Sólo era el fragmento de un cuento oriental: un hombre extraviado en el desierto bajo una luz cenagosa creía reconocer en cada duna la figura de su amante perdida, pero el relato se interrumpía con la página rasgada. Traté de terminarlo por mí mismo probando la semilla desconocida. Sabía a hierro oxidado.
La cocina también ha incursionado en la literatura infantil, prueba de ello es el trabajo realizado por Beatriz Actis y Patricia Suarez en el que las autoras aseguran que su libro "Comer con los ojos" representa una grata sorpresa que establece un puente entre la literatura y la labor artesanal (la cocina) y una excelente oportunidad para favorecer el trabajo compartido entre niños y adultos.
Los cuentos clásicos, el teatro, las fábulas, siempre han representado un imán para los pequeños lectores. Esta vez, las autoras han decidido acompañar estos textos con un variado y sencillo recetario de cocina.
Las recetas, no han sido seleccionadas al azar, se articulan armoniosamente con los textos elegidos. Así, junto al cuento "Nieve blanca, Rosa roja, resulta natural aprender a preparar "Pétalos de rosa cristalizados"; de igual manera, luego de leer "Hansen y Gretel" qué mejor que conocer un menú para concretar engaños.
¿Qué llevaba Caperucita Roja en su cesta en el momento de cruzar el bosque hacia la casa de la abuela?...¿Qué hacía el Hada Madrina con la calabaza después que Cenicienta se convirtió en princesa y tuvo un carruaje de verdad (y por lo tanto, la calabaza ya no era necesaria) ¿Quizás un buen puré o una compota…? Los cuentos para niños se dicen desde hace años, de generación en generación, nos permiten jugar con sus límites y sus variaciones. Uno de esos juegos tiene que ver con la cocina, que forma parte de la trama de muchas historias maravillosas y también una expresión de la cultura popular.
Entonces, si consideramos a la comida, como parte del origen de las personas y del tipo de vida que llevaban, no cabe duda que la literatura no puede estar ajena, en la mesa del buen comer y beber.